¡Bienvenidos a Nuestro Museo!
Marco Ospina y el origen del arte abstracto colombiano
Los años siguientes al final de la segunda guerra mundial vieron la consolidación del Arte Abstracto como la corriente dominante en el arte occidental y paradigma del Mundo Libre que se oponía al avance del comunismo. Había nacido en las primeras décadas del siglo XX como parte de un impulso estético que pretendía alejarse de la representación mimética de lo visible. En Colombia el surgimiento de la abstracción ocurre a finales de los años 40, consolidándose en la década siguiente y ha sido considerado el primer movimiento realmente contemporáneo de nuestra historia del arte.
La Exposición de Artistas Jóvenes de Colombia, realizada en 1947 y organizada por el poeta y crítico Jorge Gaitán Durán con obra de Eduardo Ramírez Villamizar, Edgar Negret, Hernando Tejada, Lucy Tejada, Alipio Jaramillo y por supuesto Marco Ospina, entre otros, marca el comienzo de nuestras manifestaciones de arte abstracto. Ese mismo año, Ospina publica su ensayo “El arte de la pintura y la realidad” en el que defendía un arte mental y la no figuración como parte de la modernidad. A comienzos de los años 50 viene la primera muestra individual, completamente abstracta, realizada por Ramírez Villamizar en la Biblioteca Nacional a la que le siguieron exposiciones de Judith Márquez y Marco Ospina, entre otros, y para los años sesenta ya era el movimiento dominante y la vanguardia del arte colombiano.
El nombre de Marco Ospina (Bogotá 1912-1983) está ligado de manera indeleble a esos inicios de la abstracción en Colombia y esta exposición propone una aproximación a las inquietudes plásticas de quien fuera considerado el pionero de esta corriente.
Ospina, que estudia con la última generación de los que podríamos llamar académicos, y que es influenciado de manera directa por el indigenismo y el americanismo del muralismo mexicano, tras una estadía en México en la que traba amistad con David Alfaro Siqueiros, y que era un convencido militante de izquierda; tuvo desde comienzos de los años cuarenta inquietudes plásticas alrededor de la geometría, los colores planos y la síntesis de la forma producto de una particular observación de la naturaleza. Inquietudes que lo llevan a mostrar en el IV Salón de Artistas Colombianos de 1942 la pintura Capricho Vegetal, quizás la primera obra considerada abstracta en el arte colombiano.
El crítico de arte Halim Badawi estudiando libretas de dibujo de Carolina Cárdenas (1903-1936), propone que ella hizo unos bocetos que “parecen constituir los primeros experimentos geométricos abstractos”, sin embargo, no queda duda que las primeras obras abstractas exhibidas públicamente son las de Marco Ospina a partir de 1942. Ospina y Cárdenas estudiaron simultáneamente en la Escuela de Bellas Artes de Bogotá desde 1928.
Durante su carrera Marco Ospina pinta y exhibe obras no figurativas a la par que realiza paisajes, retratos, obras de realismo social y junto a los tolimenses Julio Fajardo y Alberto Soto Jiménez, realiza murales indigenistas y vitrales religiosos. Quizás ese no comprometerse únicamente con sus impulsos abstractos marcaría su destino, ya que fue apartado del grupo principal de la vanguardia moderna. O quizás fue la distancia surgida con la influyente y dominante crítica Marta Traba por sus ideas políticas y sus amistades mexicanas.
Sin embargo, cuando la Gobernación del Tolima creó la Colección Departamental de Arte a comienzos de los años sesenta, fue precisamente Marta Traba quien escogió una de sus obras para ser adquirida al lado de las de Guillermo Wiedemann, Fernando Botero, Alejandro Obregón, Ramírez Villamizar, Enrique Grau y demás artistas del momento.
Darío Ortiz
“Los que atacan al arte moderno a nombre del clásico, los ignoran ambos”.
Marco Ospina, Pintura y Realidad, 1947