¡Bienvenidos a Nuestro Museo!

La noche que la avalancha de la erupción del nevado del Ruiz sepultó a Armero, Arcadio González, que entonces tenía 53 años y ya era un artista conocido, había subido a Bogotá para ver un partido de fútbol. Su estudio recién construido, flotando en un mar de lodo, fue una de las fotos icónicas del periódico El Tiempo, que mostraban la magnitud de los acontecimientos. Arcadio es entonces un sobreviviente de la tragedia que partió en dos la historia de nuestra región; y con esta exposición le hacemos un homenaje a él, a su trayectoria y a su Armero natal, en el 40 aniversario.
Arcadio González Triana (Armero 1932), estudió en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional, alumno de Dolcey Vergara, Julio Castillo, Miguel Díaz Vargas y Jorge Elías Triana. Con sus obras abstractas y el uso del aerógrafo, hizo parte de la generación de las vanguardias de finales de 1950 que se exponían en la Galería El Callejón, en la Biblioteca Nacional y en la recién inaugurada Biblioteca Luis Ángel Arango. Generación a la que pertenecían también los artistas tolimenses Carlos Granada (Honda 1933 – Bogotá 2015) y Miguel Ángel Cárdenas (El Espinal 1934 – Ámsterdam 2015). Participó de la I Bienal de las Cruces (1959), hito del movimiento nadaísta, y en la polémica Segunda Bienal Interamericana de México de 1960, así como en los salones nacionales realizados entre 1957 y 1967. Fue profesor de la Universidad Nacional entre 1960 y 1973, con excepción de 1963 cuando viajó a Europa para estudiar grabado. En los años setenta, trabajó realizando escenografías para la Televisión y consolidó los elementos del estilo por el cual sería reconocido.
En la década de 1980 hizo exposiciones individuales en Estados Unidos, España, Venezuela y Colombia. Luego vinieron muestras individuales como la del Museo de Arte Moderno La Tertulia de Cali (1992), en La Cometa (1996) o las realizadas en la Galería Francisco Nader en República Dominicana en los años 2001 y 2003, junto a otras 4 o 5 individuales más realizadas en ese país en los años siguientes. Así como la entronización de su Barracuda de ojos verdes y lágrimas azules (1998), escultura de seis metros de largo reinstalada en el 2016 y que se ha convertido en icono de San Andrés.
Arcadio González, pintor, dibujante y escultor, ha encontrado en los recuerdos de su infancia en Armero una fuente inagotable en la cual basar su obra. El mundo feliz de una memoria infantil, llena de juegos, de globos, de cometas, le ha permitido hacer una obra alegre y positiva como receta personal contra los vaivenes políticos, las violencias en Colombia y una de las peores tragedias naturales en la historia de América Latina que arrasó con su casa y las vidas de muchos de sus amigos. Una obra que hace décadas propone como antídoto contra cualquier tristeza.
Darío Ortiz Robledo